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Un buen entrenador, la mejor inversión.



El gran reto para un club está en su gestión más allá de la cancha y en la distribución de sus ingresos de la más óptima de las maneras, con el fin de obtener el mejor de los resultados deportivos en todos sus equipos y sobre todo en aquellos que suponen el futuro, las bases del club.


Del mismo modo que los grandes e importantes clubes crecen al amparo de una buena gestión, los equipos y sus chavales crecen y desarrollan su potencial bajo los mandos de mejores entrenadores.

Es en este punto donde ambos conceptos club-gestión y base-entrenador deben de encontrarse e ir de la mano para conseguir los mejores resultados.

No hay mejor inversión para un club en la que gastar dinero, por encima de otras necesidades, que una plantilla de buenos, competentes y entregados entrenadores que con su talento y con su trabajo hagan de los chicos y chicas de las bases de un club los futuros jugadores que darán el prestigio a la institución con sus éxitos deportivos aun cuando en un futuro dejen de llevar ese escudo como resultado de su éxito personal e individual y desde otro club se mire con excelencia el lugar de origen y los inicios en la formación de dicho jugador.


Muchas veces por desgracia las cosas no funciona así y las directivas equivocan sus esfuerzos centrando todo su trabajo y su potencial económico en prioridades a corto plazo, que de fracasar no aportan poco más que algunos momentos de gloria, que si bien es cierto no dejan de ser importantes en la vida de un club deben ir acompañados de iniciativas que sustentes los pilares de todo un trabajo deportivo mirando más a largo plazo.

Los esfuerzos, el trabajo y el mayor gasto o inversión, según se mire, deben ser siempre para con las bases, y los entrenadores son la piedra angular sobre la que se sustenta ese trabajo y que gestan la satisfacción de unos padres dedicados a la actividad deportiva de sus hijos y que son la masa social y los que mantiene en primera instancia las cuentas del club.


Una de las claves por tanto, buenos entrenadores que además de ser o haber sido buenos jugadores sepan aportar a los chico y chicas sus conocimientos técnicos y tácticos e incluso humanos que formen futuros jugadores de calidad y no, la realidad de tantos clubes donde el factor común son plantillas cortas con entrenadores saturados de equipos que entrenar donde el trabajo y la concentración más concreta de la que depende cada grupo es prácticamente imposible.

Esta situación trata de subsanarse a veces con pseudo-entrenadores, chavales sin experiencia que aunque cargados de voluntariedad no pueden acometer una función o un rol para la que en realidad están en el club que no es más que la de jugar en la máxima categoría y entrenar supone una contraprestación; de esta manera se suceden a veces situaciones infructuosas en ambas partes “ la pescadilla que se muerde la cola” donde los equipos y sus componentes pueden quedar estancados en su aprendizaje y a su vez los jugadores-entrenadores merman sus energías y su tiempo de su propio entrenamiento para jugar a un alto nivel; salvo en contadas ocasiones donde si se logra ese equilibrio a través del control en la carga del trabajo.


El futuro de las bases se sustenta en su entrenador y al mismo tiempo el futuro de un club está en sus bases; diferenciar funciones y atribuirlas con criterio mejora la calidad del trabajo y por tanto minimiza errores y consigue mejores resultados.

El prestigio de un club lo dan en definitiva sus entrenadores con un trabajo excelente y con una plena dedicación para con los chicos y chicas que comienzan a practicar y a amar cualquier disciplina deportiva.

Muchas veces los clubes se equivocan en su gestión haciendo “la casa por el tejado” y aunque no está mal saber de antemano que tipo de tejas nos gustaría tener lo cierto es que lo más importante es tener a priori unos buenos cimientos.

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